En el corazón del barrio Cildañez, en la Ciudad de Buenos Aires, se desarrolla una experiencia que combina cercanía, confianza y acceso a la salud para personas migrantes. Orieta, una mujer boliviana de 40 años que llegó a Argentina siendo niña, es la protagonista de este trabajo como navegadora par, un puente entre su comunidad y los servicios de salud.
Orieta conoce de primera mano los desafíos que enfrentan quienes migran: barreras culturales, desinformación sobre sus derechos y la sensación de que los servicios de salud muchas veces no están pensados para ella ni para su comunidad. Por eso, su rol no se limita a informar, sino que incluye acompañar, explicar, orientar, escuchar y conectar a las personas con la atención que necesitan.
En 2024, Orieta fue clave en la organización de la primera jornada comunitaria de testeo de VIH en el barrio. “Muchas veces las personas migrantes, sobre todo de la comunidad boliviana, podemos tener miedo a acercarnos a pedir un testeo”, comparte Orieta. Por eso se propuso hacer un trabajo paciente y sostenido; ella recorrió la feria ambulante, habló con vecinos, aclaró dudas sobre VIH y sífilis, y generó un clima de confianza que permitió que muchas personas se realizaran el testeo en un solo día, la mitad por primera vez en su vida. Más allá de la cifra, lo que marcó la diferencia fue su cercanía y su capacidad de transformar un servicio de salud en una oportunidad concreta de cuidado.
Además de las jornadas de testeo, Orieta realiza consejerías en salud sexual en una escuela para adultos del barrio y acompaña a sus pares en la comprensión de sus derechos sexuales y reproductivos. Su trabajo demuestra cómo la inclusión de referentes comunitarios fortalece la apropiación social de las políticas de salud, facilitando la vinculación con el sistema y reduciendo estigmas.
La experiencia en Cildañez muestra que una estrategia basada en la confianza, la empatía y la cercanía cultural puede ampliar el acceso a servicios de salud para personas migrantes, transformar la manera en que se construyen redes comunitarias y garantizar que la salud y los derechos sean realmente accesibles para todos, más allá de la procedencia o el estatus migratorio.
Orieta y su labor como navegadora par no solo acercan información y servicios, sino que crean un espacio donde la comunidad se siente escuchada, respaldada y protagonista de su propia salud. Una experiencia que demuestra que la prevención y el cuidado no se logran solo con políticas, sino también con personas que conocen y comparten la vida de quienes acompañan.